Audi R8 Spyder (2010) | Impresiones de conducción

09/12/2010 |Javier Moltó

Hace 20 años es posible que hubiera escrito: «El sonido del V10 del Audi R8 es cautivador (o embriaga) y rezuma deportividad por todos sus decibelios» —o algo similar—. Hoy escribo que me gustaba llevar bajada la ventanilla posterior para oírlo y escucharlo de cerca con el techo puesto.

La posibilidad de bajar la ventanilla es una magnífica idea para sentir el motor cercano, para poder escucharlo con mayor intensidad, como sucede habitualmente en los descapotables deportivos, incluso en un día de frío o lluvia. El sonido del motor es alto, para mí nada molesto, y con «una melodía que arrulla los oídos». Cuando uno conduce un coche con 525 CV no puede utilizar toda la potencia constantemente. Con el sonido, incluso parado en un semáforo, sabes que está toda ahí.


La respuesta del motor concuerda con el sonido que emite. El par máximo (530 Nm) se alcanza a 6.500 rpm y la potencia máxima a 8.000 rpm. La zona roja empieza a 8.500 rpm. Sólo he llegado hasta ese régimen en una ocasión. La patada que da al pisar el acelerador es brutal en segunda y tercera marcha prácticamente a cualquier régimen, permite adelantamientos instantáneos y juntar unas curvas con otras como si la carretera encogiera.

La unidad que he probado durante más kilómetros tenía cambio automático, frenos cerámicos y asientos y suspensión deportiva (no permite regular la dureza de los amortiguadores). La caja de cambios automática tiene dos regulaciones: “normal” y “sport”. La diferencia entre las dos es el régimen del motor al que se produce el cambio de marchas, pero no la velocidad del paso de una marcha a otra. En los dos casos, el paso de una marcha a otra se efectúa con mayor rapidez cuando el acelerador está muy pisado y con lentitud, para conseguir mayor suavidad, cuando no se solicita mucha aceleración.

La caja puede cambiar muy rápido, porque en algunas ocasiones me ha ocurrido entre algunas marchas, pero no es lo habitual. Al contrario, cuando el acelerador está poco pisado el paso de una marcha a otra se produce con mucha lentitud, que no es equivalente a suavidad. En ocasiones, un cambio tan lento genera mucha deceleración del coche, con el consiguiente zarandeo a los ocupantes. También he probado una unidad con cambio manual en tráfico urbano y en atasco. No me ha parecido un cambio especialmente rápido en ninguna circunstancia, pero tampoco he podido comprobarlo en buenas condiciones. Sin embargo, al cambiar a mano a pocas revoluciones, se consigue mayor suavidad que con el cambio automático y uno puede reducir todas las veces que le dé la gana (eso también puede hacerse con el cambio automático en modo manual) para oír el sonido del motor al subir de régimen. El pedal de embrague no es especialmente duro para un coche de esta potencia y permite arrancar con mucha suavidad.

Una vez le oí decir a Antonio Zanini, campeón de Europa de rallyes y trece veces campeón de España, que para ir rápido de verdad hay que frenar mucho. Pues bien, con el R8 con frenos cerámicos se debe poder ir rápido de verdad, porque se puede frenar mucho, incluso dentro de las curvas. Con la suspensión deportiva gira sin inclinarse y también puede acelerarse pronto. La dirección, que no es especialmente rápida (desmultiplicación de 17,3 a 1 y 3,2 vueltas de volante de tope a tope) tiene un tacto muy bueno que, junto con la suspensión, permite dirigir el coche con precisión. La suspensión deportiva es dura, pero no seca. No resulta incómoda en condiciones habituales, incluso por calles con un asfalto poco cuidado.


Al acelerar con fuerza a la salida de las curvas, se aprecia tendencia a seguir recto durante unos instantes, que rápidamente se corrige para apuntar hacia donde pretende ir el conductor, sin deslizamiento del eje posterior, con el sistema de control de estabilidad conectado. En condiciones normales, sin pérdidas de tracción, un 85% de la fuerza del motor es enviada al eje posterior, pero si es necesario puede enviarse hasta un 30% a las ruedas delanteras. Un 57% del peso recae sobre las ruedas traseras, que llevan un diferencial autoblocante mecánico, con un porcentaje de bloqueo de hasta el 40%.

La alternativa más evidente al R8 Spyder es el Porsche 911 Turbo Cabriolet, por precio y prestaciones. Los he conducido los dos recientemente y no estoy seguro de con cual preferiría quedarme. El Porsche tiene un cambio de marchas claramente mejor y probablemente sea ese el motivo por el que yo lo escogería. Su interior es más práctico, otro punto a su favor. Sin embargo su motor no tiene ese sonido que, ¿cómo era? Ah, sí. Embriaga. Bueno. No sé si embriaga. De lo que estoy seguro es de que me cuesta olvidarlo mientras escribo.