BMW Serie 5 530i (2003) | El motor es muy suave; las prestaciones son buenas, pero hay que usar el cambio para notarlo.
En los BMW anteriores al Serie 7, lo normal era que cualquiera (incluso los Diesel) llegara a la zona roja del cuentavueltas hasta en la marcha más larga. Este 530i tiene de serie cambio manual de seis marchas y no llega a la zona roja del cuentavueltas en ni en quinta; es decir, sus desarrollos son más bien largos.
No creo que esto sea un fallo, dadas las condiciones de circulación normales en carreteras amplias. En el recorrido que hago normalmente por carretera de sentido único, con desniveles frecuentes y a veces grandes (lo que perjudica a los coches pesados), para hacer una media real de 148 km/h sólo ha necesitado 9,8 l/100 km.
Esto se debe al excelente rendimiento del motor, y al hecho de que he podido hacer casi todo el recorrido en sexta y con el motor girando a poco más de 3.000 rpm. Un viaje así, además, es muy placentero porque el motor prácticamente no se oye.
Lo que no cabe esperar del 530i es una aceleración como dan los motores con turbo (sean de gasolina o Diesel). El motor tiene una gran suavidad y es también elástico, dado su amplio margen útil (la elasticidad no es fuerza a bajo régimen en términos absolutos).
Por ejemplo, al acelerar a fondo para medir la recuperación de 80 a 120 km/h en sexta, el motor empieza la medición a menos de 1.700 rpm y, aun así, no hay un incremento apreciable del ruido o las vibraciones, y no da absolutamente ningún tirón.
El tiempo que requiere para esa medición es 16,1 s, algo más de lo que tarda un Mégane Diesel de 120 CV, también en sexta. Por mucho que pueda chocar este dato, no podría ser de otra manera dado el peso y el desarrollo de esos dos coches.
Para obtener la reserva de aceleración que tiene este coche hay que ir a buscarla con el cambio de marchas. Si se hace eso, el 530i puede acelerar más que un Mercedes E320 (que tiene necesariamente cambio automático).
En todo caso, y dentro de un margen de velocidad normal, no es un coche que sorprenda por su aceleración (como sí lo hace el Serie 3 con este motor). En nuestras mediciones de aceleración, los resultados que ha tenido el 530i son prácticamente los mismos del Škoda Superb 1.8T o el Seat León 1.9 TDi 150 CV (dos coches con turbo muy rápidos).
Si se puede decir que un BMW 530i es más rápido que cualquiera de esos dos modelos (y en cierto sentido sí se puede), es porque acelera más que ellos desde una velocidad alta. Hasta cierto punto, lo que determina la aceleración es la relación entre peso y potencia. Conforme el coche gana velocidad, cobra importancia la relación entre resistencia aerodinámica y potencia; lo que para a un coche en su velocidad máxima es el aire y al aire solo se le vence con potencia. Como sucede en otros coches grandes, pesados y potentes, donde se ve claramente la potencia del 530i es a partir del ochenta por ciento de su velocidad máxima.
Aunque se use intensivamente el cambio y la máxima capacidad de aceleración de este coche, el consumo sigue siendo relativamente bajo. El consumo máximo que he obtenido, por carretera de montaña a un ritmo rápido y en un trayecto suficientemente largo, ha sido 19,5 l/100 km; no es mucho para un coche de esta potencia y peso.
Toda la prueba está hecha con gasolina de octano 98, que es la que recomienda BMW en el manual, si bien advierte que puede funcionar con octano 95.