BMW Serie 5 (2003) | Impresiones de conducción: la dirección y el cambio
Cuando iba hacia Italia a la presentación del nuevo Serie 5, en el avión leí en el diario La Repubblica: «El futuro todavía es una berlina». Me pareció un buen titular para este coche que presenta tantas novedades en una carrocería clásica, cuando lo más habitual últimamente, es que la novedad sea la forma de la propia carrocería.
Son novedades que normalmente no se aprecian mucho al conducir, pero sí con el coche parado, o al juguetear con los instrumentos que aparecen en el salpicadero.
En el Serie 5, las novedades se notan sobre todo al conducir; la principal es la dirección activa, que varía la desmultiplicación en función de la velocidad. Hasta ahora los coches tenían direcciones de dureza variable en función de la velocidad, pero no desmultiplicación.
Es una dirección que en parado o a baja velocidad tiene una desmultiplicación de 10 a 1, es decir, una dirección muy directa. A velocidad alta, la desmultiplicación es del doble (20 a 1). Esto quiere decir que, en una desmultiplicación de 10 a 1, cada 10 grados que se gira el volante, las ruedas giran un grado.
En parado, el volante gira de tope a tope en aproximadamente 1,7 vueltas. A velocidades altas, aunque no se puede medir en marcha, el volante gira de tope a tope aproximadamente 3,4 vueltas. (Lo habitual en los coches es que el volante vaya de tope a tope en 2,9 vueltas, en cualquier circunstancia).
La principal ventaja de este sistema es que en ciudad, para girar en ángulos rectos o para aparcar hay que trabajar muy poco sobre el volante. También se aprecia mucho la ventaja de esta dirección en carreteras con muchas curvas muy cerradas. Hay que manotear muy poco sobre el volante. Incluso yendo muy rápido (en realidad es muy despacio, porque las curvas son cerradas) es muy difícil que el conductor tenga la sensación de que tenía que haber movido las manos con mayor rapidez. Se puede ir muy rápido, por carretera con muchas curvas, con un pequeño esfuerzo de brazos.
A velocidad alta el proceso es inverso. Hay que girar mucho el volante para provocar desplazamientos pequeños, lo que permite mayor sensación de control en recta y en cambios de carril. No he tenido la oportunidad de probar los cambios de carril, pero sí he conseguido ponerme en una recta a 180 km/h, en una carretera estrecha y con el firme en buen estado pero algo rizado. La sensación de aplomo, más necesaria en una carretera estrecha y con un firme rizado como en la que he probado yo, es excelente.
Aparte de lo anterior, es verdad que no es la dirección que he probado en la que el conductor note con más claridad lo que sucede entre carretera y neumático. Hay otros coches en el mercado en los que se siente mejor lo que sucede. Pero, no he echado en falta tener más información en ningún momento y en todo caso, la ventaja de la desmultiplicación variable compensa con mucho y más para un coche como este que no es ni pretende ser un deportivo, aunque en algunos momentos pueda transmitir sensaciones parecidas, por su agilidad.
Contrasta con la economía de movimientos lograda para el volante, que los recorridos para realizar los cambios, con la caja manual de seis marchas, no son cortos. La tercera se queda un tanto alejada del conductor, que puede llegar a prescindir de algunos cambios que desearía hacer con una caja mejor por la longitud de recorridos y la lejanía de la tercera. La quinta queda todavía más alejada, pero no suele utilizarse continuamente el cambio cuando se va con esa marcha. El funcionamiento es suave y se pasa con rapidez de una marcha a otra si se dibuja bien el recorrido, pero no es un cambio ejemplar. Es muy posible que para este coche tenga mucho más sentido optar por el cambio Steptronic, que puede funcionar en modo automático y manual.