Jeep Grand Cherokee 2.7 CRD (2001) | Primeras impresiones al volante
Los aspectos que más me han llamado la atención del Jeep Grand Cherokee 2.7 CRD han sido sus buenas prestaciones, extraordinario confort de suspensión y excelente agilidad, tanto en carretera como en el campo. Su motor turbodiésel de 163 CV empuja con energía y permite obtener unas prestaciones destacables en un coche del tamaño y peso del Grand Cherokee. Por otro lado, el buen funcionamiento de su caja de cambios automática de cinco velocidades también contribuye a que la conducción resulte agradable en cualquier circunstancia, respondiendo con rapidez a las solicitudes del acelerador.
Este modelo tiene unas suspensiones suaves que absorben con mucha eficacia las irregularidades del terreno; resulta muy cómodo, tanto en carretera como en campo. A pesar de tener eje rígido delante y detrás, el guiado sobre terrenos bacheados es bueno y no se mueve o rebota más de lo deseable.
En carreteras con buen asfalto me ha sorprendido por su agilidad, el morro entra en las curvas con más facilidad que otros todo terreno (como el Mitsubishi Montero), ayudado también por la mayor agilidad de un eje trasero que puede llegar a deslizar en conducción de estilo «deportivo». En según qué condiciones esto puede ser beneficioso o perjudicial: beneficioso porque se inscribe con mucha agilidad en las curvas y perjudicial porque resulta algo más exigente de conducir en dichas circunstancias. Éste es uno de los motivos por los cuales se agradecería mucho en este modelo un control de estabilidad, que no está disponible ni en opción.
La suavidad de las suspensiones no puede contener el balanceo de la carrocería, aunque tampoco en el interior apreciamos sensación de inseguridad y transmite buenas impresiones. Además, todas las reacciones son muy progresivas y predecibles. El 2.7 CRD Limited que he conducido tenía neumáticos más anchos, de perfil más bajo y, sobre todo, con un dibujo más de carretera que de campo (Good Year Wrangler F1 235/65 VR17). Esto hace esta versión algo más estable en carretera por su mayor agarre. Por el contrario tiene menor motricidad en el campo y es un poco menos eficaz en zonas trialeras. La versión Laredo llevaba neumáticos mixtos que agarran algo menos en asfalto pero aportan más tracción en el campo (Good Year Wrangler S4 225/75 TR16 M+S).
Los frenos parecen potentes, pero en una conducción exigente llegan a desfallecer por sobrecalentamiento. La nula retención del cambio automático (si no vamos reduciendo manualmente) requiere un trabajo más a fondo de los frenos para retener la marcha por lo que sería conveniente un mayor dimensionado de los discos. El ABS tiene un buen funcionamiento en general y sólo entra en funcionamiento antes de lo deseable en zonas donde la suspensión rebota de forma acusada.
Su dirección de recirculación de bolas tiene un tacto mejorable; no por el grado de asistencia, que es correcto, sino por la imprecisión inicial que transmite en el momento de iniciar el giro. Curiosamente, sólo tiene 2,75 vueltas de volante entre topes y una vez inscritos en la curva se muestra suficientemente rápida, pero el guiado inicial es lento y poco directo.