Renault Laguna (2001) | Algunos elementos de equipamiento
El único Laguna que he conducido por el momento es el 1.9 dCi berlina, en un recorrido de 50 km por autopista, carreteras rápidas de doble sentido y travesías, siempre sobre suelo mojado. La unidad de pruebas tenía control de estabilidad y unas ruedas completamente inadecuadas para este coche y estas circunstancias: 225/45 17.
No puedo ser concluyente sobre la estabilidad, pero me ha dado la impresión de que las reacciones de este nuevo Laguna son muy similares a las del antiguo, que era un coche de una estabilidad notable. Pese a ser más pequeño que un Mondeo, no parece tener menos capacidad para mantener la trayectoria en carreteras rápidas. En carreteras lentas es ágil, pero parece más capaz que otros coches de mantener la trayectoria incluso en fuertes desaceleraciones en curva; creo que en esas condiciones tiende a sobrevirar menos que el nuevo Mondeo. También me ha parecido —en conjunto— mejor que un C5.
Lo que sí puedo decir es que es un coche muy cómodo. A pesar de que las ruedas que lleva son negativas para el confort, el coche neutraliza muy bien las irregularidades del suelo y no resulta en absoluto blando de suspensión.
El motor no parece más ruidoso de lo normal y sí más suave. No se le notan tantas vibraciones como a otros, suena mucho en aceleración (como casi todos) y a velocidad constante tiene un sonido grave pero apagado. De hecho, a 160 km/h, sea en quinta o en sexta velocidad, lo que más se oye en el coche es el aire (que se oye mucho) y el ruido de rodadura, con el sonido grave del motor de fondo.
El motor es semejante al del Mondeo nuevo. No es un Diesel explosivo como los del Volkswagen, pero proporciona una aceleración alta y constante hasta unas 4.300. A partir de ahí sigue empujando, pero con menos fuerza; en casos extremos se puede aprovechar el motor hasta unas 4.600 rpm.
Una caja de seis marchas puede ser muy ventajosa para un Diesel por dos causas: primero, porque su mayor par hace que pueda soportar mejor una sexta marcha de desarrollo muy largo, lo que beneficia el consumo, la emisiones y el ruido. Segundo porque, al tener más marchas, el salto que hay entre las más cortas se puede reducir, de manera que el motor no caiga tanto de vueltas al cambiar de una a otra. Renault ha aprovechado esta caja de seis marchas para lo primero, pero no para lo segundo.
Esta sexta está hecha para ir más bien rápido. Cuando va a 160 km/h en sexta el motor apenas llega a 3.000 rpm. En esas condiciones tiene aún suficiente capacidad para acelerar un poco si es preciso, o para vencer rampas suaves. A 120 km/h, en cambio, el motor va a poco más de 2.200 rpm; aunque en ese régimen da el par máximo (270 Nm entre 2.000 y una 2.600 rpm, si se pisa a fondo el acelerador), la proporción de ese par que llega a la rueda es pequeña debido al desarrollo tan largo. Así, apenas acelera y una rampa leve hace necesario cambiar a quinta.
El salto entre marchas cortas es tan grande o más que en una caja de cinco marchas. Para adelantar a un vehículo que vaya a 80 km/h la segunda se queda corta y en tercera el coche sale desde 3.200 rpm, lo que no da mucha aceleración.
El puesto de conducción es bueno. El asiento que tenía esta unidad de pruebas era suficientemente firme (los de Renault suelen ser blandos) y muy envolvente. Para mí está bien, para un compañero más corpulento resultaba algo estrecho. Renault ha corregido el problema que creaba el anterior Laguna a quienes conducimos poco tendidos, ya que el recorrido en la inclinación del respaldo es ahora suficientemente amplio.
También el acceso a los mandos es mejor de lo corriente en Renault (que no suele ser bueno), pero los mandos de la climatización siguen estando en la parte de abajo de la consola y agrupados en una superficie pequeña; hay que mirarlos para encontrar el mando adecuado para hacer algún cambio.