Volkswagen Golf Sportsvan (2018) | Impresiones de conducción
El Sportsvan es un monovolumen agradable de conducir, bien aislado y confortable. A ritmo relajado o a ritmo ligero pero sin forzarlo, tiene un tacto parecido al de un Golf, pero con una postura de conducción más erguida, especialmente por las piernas, que hay que flexionarlas más para acomodarse a los pedales.
La suspensión es más firme que blanda, y cumple bien con su cometido: absorbe con eficacia las irregularidades sin resultar seca, y contiene bien los balanceos de la carrocería, que son pequeños. No he notado diferencias de ajuste entre las tres versiones que he probado, que son de gasolina, pero no descarto que se deba a lo poco que las he conducido.
Está disponible con motores Diesel y de gasolina de entre 110 y 150 caballos de potencia. El motor menos potente es de tres cilindros de gasolina, y me parece suficiente para quien quiera un vehículo amplio con el que hacer trayectos rutinarios de poca distancia, como también lo es un Ford C-Max 1.0 Ecoboost (es más barato e igual de confortable, aunque con peores prestaciones —ficha comparativa—). Por el contrario, se me antoja escaso de potencia para hacer trayectos largos por carretera o autovía con varios pasajeros y su equipaje.
El motor es satisfactorio en cuanto a funcionamiento: entrega la potencia con suavidad y de manera uniforme a partir de 1500 revoluciones. Por debajo de ese régimen le falta fuerza, y por encima, no tiene altibajos. Sus prestaciones son modestas, aunque creo que a ello contribuye que las relaciones de la caja de cambios manual son largas (no disponemos de los desarrollos de transmisión, pero en segunda velocidad llega a 100 km/h).
Tengo la sensación de que los tres motores consumen poco carburante, pero que el más sensible al uso es el de 150 caballos. Entre este y el de 130 CV, ambos de cuatro cilindros y 1,5 litros de cilindrada, no he notado apenas diferencias en empuje. También creo que son más ruidosos que el motor de tres cilindros, que es muy silencioso aunque transmite algunas vibraciones cuando se pisa el acelerador para recuperar velocidad a bajas revoluciones.
La versión básica de gasolina es la que tiene el consumo medio más bajo de entre sus competidores más baratos (5,0 l/100 km), aunque con una diferencia pequeña respecto al C-Max 1.0 EcoBoost 100 C (5,1 l/100 km) y el C4 Picasso PureTech 110 (5,1 l/100 km). El Renault Scénic con el motor TCe de 115 caballos gasta más (5,8 l/100 km) —ficha técnica comparativa—. En comparación con los motores de gasolina de potencia paracida del Sportsvan 2014 hay una pequeña mejora en el consumo, en particular en la versión de 150 caballos (ficha comparativa).
El tacto del pedal de freno es el habitual en muchos modelos de Volkswagen: tiene mucha asistencia desde el primer tercio de recorrido y hay que presionarlo poco para obtener buena capacidad de retención. Se dosifica bien al poco tiempo de hacerse a los mandos del coche, principalmente porque no es un coche hecho para practicar conducción deportiva (para quien tenga esos gustos, quizás un BMW Serie 2 Active Tourer sea más placentero de conducir). Me gusta más el tacto con el cambio manual, quizás porque con el automático a veces se producen pequeños tirones en retención.
La caja de cambios manual tiene un funcionamiento suave y preciso, con recorridos de palanca normales. En un Renault Scénic, por ejemplo, hay que mover más el brazo para engranar las marchas (especialmente quinta y sexta), y el tacto del selector es insatisfactorio por blando e impreciso. La transmisión DSG funciona con normalidad, no es la más refinada pero cumple sobradamente y funciona con rapidez.