Para bien y para mal, el Citroën C5 aísla mucho a los pasajeros de la carretera. Para bien porque resulta muy confortable. Por una parte, los movimientos de la carrocería están muy limitados, tanto el balanceo como el cabeceo. Por otra, el vaivén de las ruedas sobre firme irregular apenas repercute en los pasajeros, salvo en movimientos muy rápidos (baches secos).
La suspensión de flexibilidad variable tiene un automatismo muy eficaz, de manera que no es preciso ponerla en posición «Sport». Ella sola se encarga de que la flexibilidad sea mucha cuando es posible y poca cuando es necesario; el cambio es imperceptible.
La faceta negativa de esta suspensión es que apenas deja sentir el coche. A base de hacer kilómetros con él, al final he podido comprobar que en seco tiene un límite de adherencia extremadamente alto (más que muchos de sus competidores, sin necesidad de unos neumáticos especialmente buenos), que responde impecablemente a la deceleración en curva y que admite baches en apoyos muy fuertes sin perder la trayectoria. Pero hay que creérselo, porque no hace lo que hace cualquier otro coche en esas circunstancias: no se siente el apoyo en la suspensión, no se aligera la dirección cuando hay subviraje y no parece que el movimiento de las ruedas guarde relación con el de la carrocería.
Cuando lo probé sobre mojado, esa dificultad que encuentro yo (mi compañero Víctor no la encuentra) para sentir el coche acabó en dos o tres patinazos, que tampoco fueron difíciles de controlar, eso sí. Que un coche como éste llegue al mercado sin control de estabilidad, aunque sea opcional, es un inconveniente. Los frenos son muy capaces, aguantan un trato severo, el ABS funciona muy bien y el servofreno de emergencia no da frenazos inopinados.
En ciudad maniobra muy mal. El diámetro de giro del C5 varía según el motor: este HDI 2.2 y el V6 tienen un diámetro de giro entre bordillos de 11,8 m (20 cm más que un BMW Serie 7, por ejemplo). Entre paredes el diámetro de giro es 12,5 m, suficiente para desesperar a alguno en un garaje difícil. La carrocería está muy bien protegida contra el tipo de roces que ahí ocurren, es difícil dañar la chapa.