El habitáculo del Bronco se distingue del de su principal rival, el Jeep Wrangler, por estar más cuidado y por dar una mayor sensación de desahogo. A pesar de que su precio (en torno a los 90 000 €) es el de un coche caro, no se trata de un modelo lujoso ni por acabados, ni por materiales ni por equipamiento. El verdadero lujo del Bronco consiste en su orientación sin concesiones, o con pocas concesiones, hacia la utilización práctica en el campo. Esa orientación influye en utilizar materiales en el salpicadero de tacto duro o goma (imagen) para proteger los botones del polvo susceptibles incluso de soportar un manguerazo para limpiar sin excesiva preocupación.
El salpicadero es tosco para un coche de este precio, igual que el diseño que se muestra en la pantalla de la instrumentación situada tras el volante (imagen). Los plásticos son duros y los ajustes mejorables en algunos lugares.
Pero para ver todo esto primero hay que subirse, literalmente, al coche. El piso está alto (a 61 cm) y en la versión Badlands no hay ningún estribo que sirva de peldaño y divida en dos fases la ascensión, algo que sí tiene la Outer Banks. Pueden ser de ayuda los asideros que hay en el interior, que en el caso de las plazas delanteras no están en el lugar habitual (el pilar) sino en los extremos del salpicadero (imagen).
A los niños pequeños hay que empujarlos del culo para que se metan en el coche... y a algunos adultos casi que también. Bajar es más fácil porque basta con dejarse caer, pero si se ha circulado por el campo y la carrocería está sucia, además hay que impulsarse a la vez hacia fuera para que la ropa no se manche. Subir y bajar de un Land Rover Defender es más cómodo y también más limpio (las puertas protegen de la suciedad el marco inferior).
La regulación de la posición de los asientos se realiza mediante motores eléctricos que permiten modificar profundidad y altura de la banqueta e inclinación del respaldo (imagen de los mandos). El volante también se regula en profundidad y altura. Javier Moltó dijo tras conducir el coche en la presentación que «debido a la posición de los pedales no he conseguido estar perfectamente cómodo». A mí, que soy unos veinte centímetros más alto, no me ha sucedido pero sí coincido con él en la falta de sujeción de los asientos, que obligan a hacer fuerza para no deslizarse sobre su resbalosa piel sintética y a recolocarse en las curvas. Más evidente es este deslizamiento en las plazas traseras, donde puedes ver a tus hijos (o a quien lleves) moviéndose de un lado al otro todo lo que permite el cinturón.
Contrariamente a lo que pudiera parecer por el tamaño de la carrocería, el Bronco no es un coche amplio para sus dimensiones. La cota para las rodillas en las plazas traseras es de 71 centímetros, que son cinco más que en un Jeep Wrangler, tres menos que en un Ineos Grenadier y ocho menos que un Toyota Land Cruiser 2018 (aún no hemos medido el nuevo). Pero lo que más me ha llamado la atención es la anchura, de solo 133 cm a la altura de las puertas traseras, cuando los coches mencionados antes tienen 145 cm e incluso 156 cm en el caso del Jeep. Esto se debe a que los asientos posteriores quedan situados claramente por detrás de las puertas (imagen).
Los asientos de esta segunda fila no se pueden desplazar longitudinalmente ni alterar la inclinación de sus respaldos, pero pueden abatirse para ampliar la zona de carga (imagen de la palanca), si bien hay un escalón grande entre el piso del maletero y el que generan los respaldos (imagen). Los pasajeros de estas plazas tienen diversas tomas de corriente (incluida una de 230 V) en el final de la consola central, que es donde Ford ha ubicado los mandos de los elevalunas (imagen). En las plazas delanteras los mandos tampoco están donde suele ser habitual, las puertas, sino en la consola. Es una ubicación rara (imagen) pero me ha resultado más fácil de accionar (sin errores) los elevalunas que, por ejemplo, en un Volkswagen ID.3 con sus mandos en la puerta.
La puerta que da acceso a la zona de carga está dividida en dos partes. La metálica, que es la inferior, se abre lateralmente pivotando sobre su lado derecho (imagen). La de cristal se levanta (imagen), pero no es posible abrirla si antes no se hace lo propio con la parte inferior, que lleva montada la rueda de repuesto y resulta un obstáculo infranqueable para la luna, algo molesto porque poder abrir solo la luna donde no hay espacio por detrás del coche para pivotar la portezuela sería una ventaja.
El maletero, de paredes lisas, forma un cubo diáfano por detrás de los asientos posteriores. No hay redes para sujetar el equipaje, aunque sí anclajes (imagen) para comprar y colocar una. Tampoco una cortina o bandeja para ocultarlo, por lo que desde el exterior se puede ver lo que se lleve ahí.
El techo del Bronco es rígido pero desmontable. Se hace sacando varias piezas, empezando por la del conductor, luego la del pasajero y finalmente la que cubre las plazas traseras. Si se desea se puede seguir descubriendo el coche eliminando también el techo y las ventanillas de la zona del maletero. Y como final de striptease es posible extraer las cuatro puertas (en España está prohibido circular sin ellas). Todo esto está copiado, inspirado o imita, según se quiera, al Jeep Wrangler en el que aún se puede dar un paso más y abatir el parabrisas. Yo no he podido probar a quitar el techo porque no es posible hacerlo si está instalada la baca opcional, elemento que llevaba el coche de pruebas.
El sistema multimedia me parece que está muy bien resuelto. Se ve bien en una pantalla grande, no es lento y está bien organizado. Además es compatible con Android Auto y Apple Carplay sin cables y, a diferencia de lo que ocurre en otros coches, usar estos sistemas no supone renunciar a ver otros contenidos del propio coche porque hay un área de la pantalla en la que se muestra (a buen tamaño) las aplicaciones del móvil (como Waze) mientras se sigue viendo la información del ordenador de viaje, la hora y la temperatura o se tiene acceso a la radio.