El motor 1.8 TDdi de inyección directa es tecnológicamente sencillo: el bloque y la culata están fabricados con hierro fundido y carece de elementos como el conducto común, cuatro válvulas por cilindro oturbocompresor de geometría variable; su centralita electrónica no tiene la capacidad necesaria para llevar a cabo las funciones del control de estabilidad. Comparado con otros motores similares, no es el que mejores prestaciones ofrece ni el que menos consume, pero su funcionamiento puede ser satisfactorio porque ni es lento ni gasta mucho.
La respuesta del turbo comienza a sentirse desde 1.500 rpm y el motor empuja con energía hasta 4.250 rpm. Entre dicho régimen y el corte de inyección (4.750 rpm) no merece la pena apurar las marchas. Por tanto, es un motor elástico y su capacidad de recuperación es buena; entre 80 y 100 km/h, da suficiente aceleración para una conducción normal, incluso en las marchas más largas.
En aceleración apenas hay diferencia con otros Diesel de 90 CV que hemos probado. En recuperación, en cambio, es más rápido que un Xsara HDI y que coches más potentes, como el Almera o el Mégane.
Es un motor algo ruidoso y traquetea al ralentí más que otros turbodiésel como el HDI (PSA) o el TDI (Volkswagen). No hace más ruido ni vibra más que el motor dCi (Renault), JTD (Fiat) o Dti (Opel), aunque su sonido es muy «Diesel».
Según el consumo medio homologado (5,6 litros/100 km), el Focus gasta unas décimas más que casi todos sus competidores. Esta diferencia de consumo es prácticamente despreciable en términos económicos; con el actual precio del gasóleo, una décima de litro cada 100 km equivale a 0,13 pesetas por kilómetro. A lo largo de nuestra prueba hemos medido en conducción mixta, a ritmo tranquilo, 5,9 litros/100 km. En conducción exigente, el consumo difícilmente pasará de 8,5 litros/100 km.
Ford añadirá a la gama Focus un motor Diesel de 115 CV a final de año (más información).