El Diesel (denominado «Duratorq Di») es un motor 2.0 de cuatro cilindros, con inyección directa, doble árbol de levas y cuatro válvulas por cilindro, que se ofrece en dos versiones: 90 ó 116 CV. Los dos tienen turbocompresor e intercooler, pero la variante más potente tiene un turbo de geometría variable. El sistema de alimentación es también distinto, ambos tienen una bomba rotativa de alta presión, pero el de 90 CV lleva una más sencilla (la del motor TDdi de 1.8 litros) y el de 116 CV tiene una semejante a la del Audi A6 V6 TDi).
Como empieza a ser normal en los nuevos motores con turbocompresor, la turbina está integrada en el colector de escape para que se pierda la menor cantidad de calor posible. El turbocompresor genera una presión máxima absoluta de 2,2 bares. En determinadas circunstancias (acelerado a fondo y marchas larga) puede aumentar la presión durante unos momentos («overboost»), para que dé mas fuerza en momentos como un adelantamiento en marchas largas. Mediante este sistema, el par máximo aumenta momentáneamente de 280 a 310 Nm.
De los dos sólo he conducido el 116 CV y me ha dejado una buena impresión. No es uno de esos turbodiésel explosivos que da un fuerte empujón a medio régimen (si se pisa a fondo el pedal), pero tiene una respuesta constante y —sobre todo— es capaz de llegar con mucha fuerza hasta 4.500 rpm. De hecho, puede llegar en quinta a 4.400 rpm (unos 200 km/h). Como ocurre en muchos Diesel, hay una gran diferencia de ruido entre la marcha constante (si no es rápida) y la aceleración. No es un motor que moleste a unos 160 km/h pero, si hay que acelerar mucho y con frecuencia, sí es ruidoso.
El sistema de descontaminación es el normal para un motor Diesel moderno (catalizador de oxidación y recirculación de gas de escape) y, por tanto, no puede cumplir la norma Euro 4 de emisiones. En este ámbito, la principal peculiaridad de este motor es que los gases de escape están refrigerados en un intercooler de agua.