El CR-V es un vehículo diseñado para circular por carretera y pistas en buen estado. La propia marca dice así en el manual de uso: «...no ha sido diseñado para usarlo en explotaciones campo traviesa, ascenso a montañas por caminos, ni otras actividades de todo terreno».
Hay tres motivos principales por los que esto es así: el sistema de tracción, la suspensión con poco recorrido y la falta de reductora.
En la práctica, el sistema de tracción (información sobre este dispositivo) es algo lento y poco eficaz en zonas complicadas. Si, por ejemplo, se intenta arrancar en una rampa con la superficie deslizante, al acelerar y comenzar a patinar alguna rueda, el control de tracción la frena y limita la entrega de potencia del motor, con el resultado de que éste se cala sin que hayamos avanzado.
Si desconectamos el control de tracción (es el mismo pulsador que el de estabilidad), tampoco avanzaremos, puesto que toda la fuerza se va por las ruedas que patinan. La única solución es afrontar este tipo de obstáculos con inercia, algo que no siempre es posible.
En pistas, la suspensión filtra bien pequeños baches y permite ir muy rápido con comodidad. Por contra, permite que el coche cabecee mucho; esto provoca que al pasar rápido por algunas irregularidades el paragolpes delantero golpee en el suelo por el movimiento de cabeceo. Los recorridos son demasiado cortos para pasar por trialeras.
En general, los bajos del coche parecen bien protegidos salvo la línea de escape. El depósito está cubierto por unas barras metálicas para no golpearlo si arrastramos los bajos pasando algún obstáculo.
La ausencia de la reductora (la primera es demasiado larga) es otro motivo por el cual no es un coche recomendable para usarlo de forma intensiva en el campo. Su carencia hace necesario «tirar» de embrague para poder afrontar con éxito algunos pasos complicados, algo poco recomendable si queremos que dure. También resulta difícil bajar pendientes muy fuertes.