Mazda CX-3 (2018) | Impresiones del interior

La postura que se tiene al volante de un CX-3 es más parecida a la de un turismo que a la de un todoterreno. Frente a sus alternativas, es uno de los modelos en los que la banqueta queda más baja y las piernas van menos flexionadas. En un Fiat 500X o un Suzuki Vitara, por ejemplo, se va sentado más elevado, mientras que un SEAT Arona es más parecido al Mazda en este respecto. Creo que es sencillo que personas de estaturas dispares encuentren una postura confortable para conducir porque las regulaciones del asiento y el volante son generosas. Los asientos me han gustado porque son cómodos y sujetan bien el cuerpo, tanto en las plazas delanteras como en las traseras. Los de nuestra unidad de pruebas iban recubiertos de un cuero blanco muy vistoso.

Las plazas traseras (imagen) son más bien angostas y poco recomendables para que en ellas viajen personas altas. El SEAT Arona, el Renault Captur, el Volkswagen T-Roc o el Fiat 500X son preferibles en este sentido, como se puede apreciar en esta tabla comparativa de mediciones del interior. Para una persona de mi estatura (mido poco más de 1,80 metros de altura) ya es incómodo viajar detrás de otra de estatura similar porque el hueco para las piernas es pequeño y la cabeza queda muy cerca de tocar con el techo si se lleva el cuello estirado. La anchura entre puertas también es reducida, insuficiente para que tres adultos de talla media viajen confortables, aunque esto es algo que también sucede en mayor o menor medida en los coches similares. Además, las ventanillas traseras son pequeñas, algo que no ayuda a mejorar la sensación de amplitud. Otro problema que tienen las plazas traseras es que el acceso no es cómodo; cuando se abren las puertas, el hueco que queda para entrar es estrecho y tiene poca altura.

Foto de - mazda cx-3 2018

El maletero tiene 350 litros de capacidad. Si el tamaño del maletero es una prioridad en la compra, hay alternativas más adecuadas, como el Honda HR-V (477 litros), el Citroën C3 Aircross (410 litros) o el SEAT Arona (400 litros). También hay otras alternativas con un maletero más pequeño, como el Peugeot 2008 (338 litros). El Fiat 500X, el Jeep Renegade y el DS 3 Crossback tienen un maletero de idéntica capacidad al Mazda CX-3 (listado de todoterrenos de menos de 4,35 metros de longitud ordenados por el volumen de su maletero).

En el piso del maletero hay una bandeja que se puede colocar a dos alturas, salvo en los CX-3 con nivel de equipamiento Zenith, que tienen un equipo de sonido con un altavoz de graves (imagen) que sacrifica el doble fondo (de unos 8 centímetros de altura) e impide colocarla en la posición más baja, aunque sigue siendo extraíble. No hay espacio para una rueda de repuesto; en su lugar hay un kit de reparación de pinchazos.

Los respaldos de los asientos traseros son abatibles en proporción 60:40 y quedan enrasados, aunque no totalmente planos, con respecto al piso del maletero cuando la bandeja está en su posición superior (imagen). Un buen detalle (que no está presente en un Fiat 500X, por ejemplo) es que, para impidir que los cinturones de seguridad queden atrapados cuando se vuelven a colocar los respaldos en su posición normal, hay unas piezas de plástico que los mantienen en su sitio (imagen).

Al menos con el nivel de equipamiento más costoso, Zenith, que es el que tenía la unidad que hemos probado, el habitáculo del CX-3 transmite una buena sensación de calidad. Los plásticos (en su mayoría duros o con poco mullido) parecen bien ensamblados y hay varias molduras (fabricadas con un tejido textil con efecto cosido; de plástico en los niveles de equipamiento inferiores) que son agradables a la vista y al tacto. De los CX-3 2015 dijimos que la parte baja de la consola se movía considerablemente a poco que esta se empujara con la pierna, por ejemplo, si bien esto no parecía producir crujidos durante la conducción. En el CX-3 no hemos observado ese fallo de ajuste en la consola central (cuya parte baja ha sido rediseñada).

Foto de - mazda cx-3 2018

El freno de estacionamiento eléctrico ocupa menos espacio que el tradicional de palanca y Mazda ha aprovechado este hecho para incrementar el tamaño de los huecos portaobjetos en la parte de la consola que queda por detrás de los botones de manejo del sistema multimedia. En estos huecos (imagen) caben con holgura teléfonos móviles y otros objetos de tamaño similar. El nuevo reposabrazos delantero se puede abatir, pero no situarlo en una posición intermedia de inclinación, ni tampoco deslizarlo hacia delante, por lo que a las personas que se sienten cerca del volante les será difícil utilizarlo ya que les quedará muy retrasado.

El habitáculo está bien provisto de huecos para dejar objetos. Además de los ya mencionados, en las puertas delanteras hay espacio para botellas de un litro y medio (imagen), mientras en las traseras el hueco es más apropiado para una botella de medio litro (imagen). En la fila trasera hay un reposabrazos central en el que se pueden alojar dos botellas de bebida más (imagen). La presentación de la guantera (imagen) no está cuidada: no es espcialmente grande (aunque sí caben el manual de usuario, un chaleco de alta visibilidad y algún objeto pequeño más), no está iluminada, no tiene una salida de aire y no hay un mecanismo que ralentice su apertura, por lo que cae libre.

El sistema multimedia se maneja mediante una pantalla de 7,0 pulgadas de diámetro que tiene funcionalidad táctil solo cuando el vehículo está parado. Se ve bien, sin brillos, incluso cuando la luz incide directamente sobre ella. Los controles físicos se encuentran en la parte baja de la consola central (imagen); a mí me gusta este sistema de manejo porque es fácil hacerse rápidamente con la función de cada botón y así poder presionarlos sin desviar la atención de la carretera. Los menús del sistema no tienen una estructura demasiado intuitiva, pero las funciones están presentadas con claridad y en general, creo que la utilzación no plantea grandes problemas.

Mazda CX-3 (2018) | Impresiones de conducción

Del CX-3 hemos conducido las versiones 1.8 SKYACTIV-D (descatalogada desde marzo de 2020) y 2.0 SKYACTIV-G (actualmente en venta). La primera lleva un motor Diesel de 116 CV con un funcionamiento satisfactorio por lo poco que vibra y el poco ruido que hace. Tiene fuerza desde bajas revoluciones y es capaz de llegar a regímenes altos sin perder mucho brío.

La versión 2.0 SKYACTIV-G lleva un motor de gasolina de 121 CV. La unidad que hemos probado tenía cambio manual y tracción delantera. Era de 2019, por lo que no llevaba el sistema de desconexión de cilindros que Mazda introdujo en julio de 2020. Su motor se oye menos que el Diesel al ralentí y a baja velocidad y, aunque no es particularmente silencioso, produce un sonido más armónico.

Según nuestras mediciones, esta versión del CX-3 necesita 7,3 segundos para acelerar entre 80 y 120 km/h. Es un buen valor para su potencia, mejor que el que obtuvimos con un Fiat 500X 1.0 Firefly de 120 CV (8,6 segundos) o un Citroën C3 Aircross 1.2 PureTech de 110 CV (8,8 segundos) y similar al que necesitó un KIA Stonic T-GDi de 120 CV, que también fue rápido (7,2 segundos). 

Foto de - mazda cx-3 2018

La aceleración desde bajas revoluciones es menos intensa que la del motor Diesel y que la de las alternativas de gasolina mencionadas en el párrafo anterior, todas las cuales tienen motores sobrealimentados por turbocompresor. Esto se traduce en que el conductor debe recurrir con más frecuencia al cambio de marchas cuando la carretera presenta alguna dificultad (por ejemplo, un repecho) o en maniobras cotidianas que requieran de mucha aceleración, con el fin de hacer que el motor gire a un régimen alto. Esta característica se ve reflejada en las cifras de recuperación en marchas largas que aparecen en esta tabla comparativa, que son malas en el Mazda. 

En función de las preferencias del conductor, el motor 2.0 SKYACTIV-G de 121 CV puede resultar estimulante o decepcionante. El cambio de marchas manual del CX-3 tiene, en todas las versiones, un tacto muy bueno, con recorridos cortos y precisos que invitan a su utilización. A mí, que disfruto del manejo de este cambio de marchas y de la forma de entregar la potencia de este motor, me parece un conjunto estimulante. Para un conductor que, por encima de otras virtudes, valore una respuesta intensa del motor en cualquier marcha, no lo será tanto.

El consumo es moderado, nunca especialmente bajo. En nuestro recorrido de referencia (143 km por una autovía que atraviesa un puerto de montaña a 120 km/h de velocidad media) gastó 7,3 l/100 km. Es un valor ligeramente superior al que obtuvimos con el C3 Aircross PureTech de 110 CV (7,0 l/100 km), el KIA Stonic T-GDi de 120 CV (7,1 l/100 km) o el Peugeot 2008 de 130 CV (6,9 l/100 km). Otros modelos como el Fiat 500X 1.0 Firefly 120 CV o el Nissan Juke DiG-T de 115 CV gastaron mucho más (8,0 y 8,8 l/100 km, respectivamente). No me ha parecido que en condiciones más favorables a las de nuestro recorrido de referencia sea posible reducir el consumo en un porcentaje considerable, sino que es normal gastar en torno a 6,5 o 7 l/100 km de media si se conduce a ritmo normal de forma inteligente, es decir, con anticipación a las acciones del resto del tráfico y utilizando las marchas adecuadas. 

Foto de - mazda cx-3 2018

Mazda dice que ha logrado hacer que el CX-3 sea más confortable y estable gracias a pequeños cambios en los muelles de la suspensión, a un ligero incremento en el diámetro de los amortiguadores delanteros y a una disminución del grosor de la barra estabilizadora delantera. También asegura que los neumáticos de las versiones con llantas de 18 pulgadas tienen unos flancos más blandos que mejoran el confort (los neumáticos son Toyo Proxes R52, en medida 215/50), que la dirección eléctrica ha sido reajustada y que hay una mayor cantidad de material absorbente de ruido (por ejemplo, el espesor de la capa aislante del techo ha pasado de tener 6 a 8 milímetros).

Nosotros no hemos sido capaces de apreciar un cambio significativo en el confort de marcha ni en las reacciones dinámicas. La suspensión es cómoda ante la gran mayoría de los baches, aunque la del eje posterior no siempre responde con suavidad ante aquellos que la comprimen con mucha rapidez (como, por ejemplo, las bandas reductoras de velocidad habituales en las ciudades o alguna hondonada abrupta en la carretera). El CX-3 es un coche silencioso cuando se viaja a velocidad de autopista; por ejemplo, el Fiat 500X, el Jeep Renegade, el Renault Captur o el KIA Stonic son más ruidosos, en mayor o menor grado. 

El CX-3 puede circular deprisa por carreteras de curvas porque la suspensión contiene bien los movimientos de la carrocería y el coche responde rápido y de forma precisa ante las solicitudes del conductor. La dirección transmite mucha información sobre el contacto de los neumáticos con el asfalto y el nivel de asistencia está, bajo mi punto de vista, muy bien logrado. Las reacciones son más ágiles que las del Fiat 500X, el Peugeot 2008 y el Renault Captur, por ejemplo. Esto me parece una baza de compra para aquellos que busquen un vehículo de estas características con buen tacto de conducción. 

A pesar de ello, los resultados obtenidos en la maniobra de esquiva fueron muy pobres. Lo que, en circunstancias normales de circulación puede percibirse como una ventaja, se tornó en contra de la seguridad ante la situación de emergencia que simulamos en este ejercicio. El funcionamiento del control de estabilidad (que hubiera sido necesario para controlar el vehículo) fue inexistente o pasó desapercibido, la suspensión no pudo contener la transferencia de masas con un mínimo razonable de efectividad y los neumáticos (con sus flancos más blandos) dieron una adherencia baja y llegaron a deformarse hasta el punto de casi provocar el roce de las llantas con el asfalto en los apoyos más violentos. Las reacciones no siempre fueron similares, pero lo que he descrito apareció en varias ocasiones a velocidades de entrada moderadas. En el vídeo adjunto están todos los detalles. 

El tacto del pedal del freno permite dosificar con buen nivel de precisión la fuerza que se envía a las ruedas. Según nuestras mediciones, la capacidad de frenado es buena para un vehículo de este tipo; el CX-3 necesitó 52,4 metros para detenerse desde 120 km/h, un valor que está mucho más cerca de los mejores que de los peores.

Los faros de ledes me han parecido satisfactorios porque iluminan con un buen nivel de intensidad la carretera. No me ha gustado tanto el sistema de conexión y desconexión automático de las luces largas porque su funcionamiento es algo errático: en algunas ocasiones parecía no saber decidir si encenderlas o apagarlas, lo que en algún momento molestó a otros usuarios de la vía. No sabemos si este es un problema aislado de la unidad que hemos probado. 

La visibilidad hacia afuera no es un punto fuerte de este Mazda, si bien debido a las dimensiones del coche no me ha parecido un problema importante a reseñar. Los pilares delanteros suben hacia el techo en un ángulo muy tendido y la superficie acristalada en la zona trasera de la carrocería es escasa. En un Jeep Renegade, por ejemplo, la visibilidad es mejor.  

Arrastre aquí el vehículo a comparar
Seleccione un coche
Comparar