El Mazda MX-5 es un coche ligero para lo que se produce en la actualidad. Y esa ligereza se nota al volante, por la rapidez de reacciones y porque los motores parecen más potentes de lo que en realidad son.
En particular, he tenido esa sensación con el motor de 1,8 litros y 126 CV. Es un motor que sube muy bien de régimen, que corta a 7.100 rpm y que mueve al MX-5 con agilidad suficiente. Especialmente para un coche descapotable y ligero como este, no veo necesidad de disponer de más potencia.
Sin embargo, el motor de 2,0 litros de la versión Sportive, la otra que he probado, viene acompañado de una suspensión con amortiguadores Bilstein y ruedas de mayor tamaño que en la unidad que he probado conferían al coche un tacto mucho más preciso que en la versión de 1,8 litros.
Lo complicado para mí es saber a qué se debe ese tacto claramente mejor. La unidad con motor de 1,8 litros llevaba ruedas Yokohama Advan 205/50 x 16 y el motor 2,0 Michelin Pilot Preceda en medidas 205/45 x 17. Y no soy capaz de saber si la clarísima diferencia de precisión se debe a la marca y modelo de neumático, a la diferencia del tamaño de rueda o a los amortiguadores.
La diferencia de tacto entre un coche y otro es importante sólo para quien aprecie la conducción deportiva. La precisión con la que entra la versión de 2.0 Sportive en las curvas lo hace un coche mucho más agradable y divertido de conducir.
La caja de cambios de seis velocidades resulta ligeramente más dura que la de 5 marchas, lo que puede resultar un inconveniente en recorridos urbanos o de paseo. Sin embargo en carretera, esa diferencia de dureza apensa se nota y queda compensada por unos recorridos muy cortos y muy buen tacto. La caja de cambios de 5 marchas también resulta rápida y precisa, si bien no tanto como la de seis relaciones.
A mi juicio, no existe duda sobre qué versión comprar, a causa del sistema de control de estabilidad, DSC. En la versión de 1,8 litros no se puede disponer de él ni opcionalmente y en este coche el DSC puede ser particularmente útil.
Durante el recorrido que hice con la versión de 2,0 litros, la luz del DSC se encendía repetidamente en los apoyos fuertes en las curvas, pero no molestaba nada cuando entraba en los apoyos, en los que frenaba una u otra rueda. Sí es molesto cuando entra el control de tracción, que te impide acelerar fuerte en algunos momentos, pero eso apenas ocurre.