MG ZR (2002) | Sensaciones deportivas en gasolina y Diesel
Durante la presentación internacional he tenido oportunidad de probar al límite el ZR 160 y algo menos el ZR TD. La primera impresión al volante de estos coches ha sido muy positiva. De entrada, el puesto de conducción es agradable (a pesar de haberlo probado con volante a la derecha), aunque me parece mejorable, sobre todo porque el volante (regulable en altura) se queda un poco lejos y el pedal del acelerador y freno están un poco lejos para realizar bien el punta-tacón. Los asientos bacquet se regulan en altura y apoyo lumbar, son muy cómodos, tienen una sujeción lateral excelente y están forrados parcialmente en un cuero de tacto suave que está del mismo color de la carrocería. Tanto el volante como el pomo del cambio están forrados en cuero y la instrumentación con fondo plateado es muy "racing", aunque se echa en falta algún indicador más (presión de aceite, por ejemplo).
El rápido circuito británico de Pembrey (Llanelli, Gales) me ha permitido buscarle las «cosquillas» al bastidor. La primera idea que me viene a la cabeza es que, una marca que se atreve a dejar probar sus coches de serie en un circuito de carreras es porque está segura de que van muy bien. Después de dar unas vueltas con el ZR 160 lo comprendo perfectamente. Las suspensiones aguantan muy bien los apoyos fuertes y las reacciones del coche son progresivas en todo momento. Hay que tomarle el pulso a los movimientos del eje trasero, pero se aguanta suficientemente y desliza sólo cuando ya vamos muy rápido, lo que facilita la entrada en las curvas. El cambio es rápido y preciso, aunque me obligaba siempre a marcar muy bien el paso de quinta a cuarta (también noto que me falta cierta falta de precisión en el manejo del cambio con la mano izquierda). La dirección tiene un excelente tacto y se muestra precisa en todo momento, mientras que los frenos responden con potencia y resisten bien el trato exigente. El tacto de frenada me ha gustado, sobre todo porque permite apurar mucho la frenada sin que su ABS (Bosch) entre en acción antes de tiempo (por lo menos sobre asfalto muy liso).
El motor 1.8 16V de 160 CV empuja con energía y transmite sensaciones deportivas, aunque sin llegar al tirón de, por ejemplo, el Clio Sport 2.0 16V. El conductor no aprecia los cambios que realiza su sistema de distribución variable VVC (Válvula de Distribución Variable), pero sí se nota que va mejor a partir de 4.500 rpm y estira con fuerza hasta la zona roja del cuentavueltas, situada a 7.000 rpm. Los desarrollos del cambio son cortos y están bien escalonados, lo que permite sacar un mayor provecho al potencial del motor.
En carretera abierta, se siente que las suspensiones son duras, pero tampoco resultan excesivamente secas o incómodas y el sonido del motor es alto pero no atronador. Sí es muy elevado el ruido de rodadura que provocan sus neumáticos 205/45 ZR 17.
El turbodiésel (ZR TD) sólo lo he podido conducir durante unos pocos kilómetros, los suficientes como para convencerme de su buena estabilidad y destacables prestaciones. El motor Diesel de inyección directa, turbocompresor e intercooler tiene una buena respuesta, comienza a empujar con fuerza desde 1.750 rpm y estira sin problemas hasta la zona roja del cuentavueltas (4.500 rpm) en las marchas cortas. Se anuncia una velocidad de 183 km/h y 10,4 segundos para acelerar de 0 a 100 km/h. Al ralentí tiene un sonido total a Diesel, pero en marcha se camufla mucho, en parte también porque el sonido de rodadura es elevado a causa de sus neumáticos anchos (205/50 VR) montados sobre llantas de aleación de 16" de diámetro (opcionales de 17"). El cambio es rápido, aunque no tanto como en el ZR 160, y las suspensiones parecen un poco más suaves, aunque siguen siendo duras y aportan un excelente aplomo. Por otro lado, la frenada es potente, pero tiene tambores traseros en vez de discos macizos.