Durante la toma de contacto, no he apreciado ninguna diferencia de reacciones entre la versión Sedán y Grand Tour y el resto de los Mégane tres y cinco puertas que he conducido hasta ahora.
En una prueba más profunda, por los sitios habituales y con las distinstas versiones del Mégane disponibles al mismo tiempo, es muy probable que se pueda llegar a establecer alguna diferencia (eso sí, pequeña) entre las reacciones del Sedán, Grand Tour y Berlina (puesto que la batalla es más larga y los reglajes de la suspensión son específicos en cada tipo de carrocería).
Donde sí se aprecian diferencias del Mégane Berlina con respecto al Grand Tour es en las plazas traseras; tiene mucho más espacio para las piernas (tal y como nosotros lo medimos tiene en total 70 cm; que es lo mismo que tiene un Renault Laguna). Tiene 5 centímetros más de altura libre atrás que un Mégane Sedán.
Los maleteros del Sedán y Grand Tour tienen la misma capacidad y tienen buenas soluciones, como huecos porta objetos debajo del tapizado. El Grand Tour tiene maletero cómodo de cargar porque tiene el plano de carga bajo (a 57 centímetros del suelo). Desde el tapizado hasta la cortinilla enrollable que hace las veces de bandeja hay 46 centímetros de altura y se pueden meter objetos de casi 100 cm de largo sin necesidad de abatir los asientos traseros.
He conducido el Mégane Grand Tour con el motor 1.9 dCi de 120 CV y el Sedán con motor de 2.0 16V de 136 CV . Los 16 CV más del motor de gasolina se notan, más allá de las escasas diferencias de peso (15 kilos) y aerodinámicas que hay a favor de la carrocería Sedán. El gasolina acelera más y es capaz de alcanzar una velocidad más alta. A una velocidad alta, el motor de gasolina hace más ruido que el Diesel, por lo que este último puede ser aconsejable para quien viaje a una velocidad elevada y realice los kilómetros necesarios para compensar los 1.400 € que tiene de sobreprecio con respecto al gasolina.