Renault Mégane Berlina (2009) | Impresiones de conducción
El Renault Mégane Berlina es un coche cómodo que va muy bien en carreteras rápidas y en las lentas. En general, destaca por ser un vehículo estable y con unas reacciones seguras y previsibles en todas las circunstancias.
En carretera abierta, circulando a una velocidad alta, sobresale por su buena estabilidad lineal y porque la carrocería no tiene movimientos extraños que resten confianza. Estas dos características le hacen muy agradable de conducir.
En carreteras con curvas, se echa en falta algo más de agilidad. Desde esta perspectiva hay mejores alternativas, como un Ford Focus y, sobre todo, un SEAT León.
El inconveniente que puede tener el Renault Mégane para algunos conductores es que el tacto de la dirección de las versiones con motores de hasta 131 CV, informa muy poco de lo que está sucediendo entre la rueda y el asfalto.
Eso no influye en la seguridad del vehículo (de hecho, el Mégane es especialmente seguro porque es muy difícil que se aparte de la trayectoria si el conductor comete un error), si no en la percepción que tiene el conductor de cierto aislamiento.
Hay dos tipos de suspensión, en función de la versión. Una exclusiva para las versiones de hasta 131 CV y otra para el Tce de 180 CV y los dCi de 150 y 160 CV.
Con la suspensión normal, que tienen las versiones menos potentes, es un coche cómodo y absorbe muy bien los baches casi siempre, aunque quizás no tanto como el modelo anterior. Por ejemplo, hay algunas irregularidades (como los badenes estrechos) que se transmiten de una forma algo seca a los ocupantes.
Las versiones con los motores Tce de 180 CV y dCi de 150 ó 160 CV llevan lo que Renault denomina «Chasis Sport». Tienen unos ajustes de dirección y suspensión diferentes que las variantes menos potentes, que le dan un mejor tacto de conducción sin perder comodidad.
Tienen un mejor tacto fundamentalmente porque la dirección no filtra tanto el contacto de las ruedas con la carretera, transmitiendo mucho mejor al conductor cómo pisa el coche en cada momento.
La suspensión es ligeramente menos flexible, pero sigue siendo muy confortable, conteniendo mejor los movimientos verticales de la carrocería, por ejemplo, en firmes con ondulaciones. Atendiendo a la capacidad de la suspensión para aislar a los ocupantes del estado del asfalto, el Mégane está bien resuelto, con una excepción: la suspensión transmite un movimiento algo rápido en las irregularidades que sacuden fuertemente las ruedas (por ejemplo, en los cambios de asfalto o en los relieves de plástico que sirven para limitar la velocidad); esto no ocurre en el resto de las imperfecciones.
Mégane 2.0 dCi 160 CV
Estas son las impresiones de conducción de José B. Blázquez. El Mégane Diesel de 160 CV se distingue por su suavidad, su silencio de funcionamiento y sus buenas prestaciones. En general, esta versión resulta más que suficiente en cualquier circunstancia.
Con este motor, tiene una respuesta rápida al acelerador desde un régimen bajo hasta por encima del régimen de potencia máxima. La respuesta es suave pero enérgica en cualquier marcha.
Esa suavidad de funcionamiento hace parecer que el Mégane dCi de 160 CV tiene unas prestaciones inferiores a las que realmente son.
Destaca por su gran capacidad de aceleración en toda circunstancia, incluso en marchas largas. Según nuestras mediciones, acelera tanto como un Audi A3 con el motor 2.0 TDI de 170 CV y algo menos que un BMW 120d, que son más potentes que el Mégane.
Comparativamente, la capacidad de recuperación es algo mejor que la de aceleración. Realmente, entre otros modelos semejantes de los que hemos medido prestaciones, sólo recupera claramente mejor el BMW 123d (204 CV).
Sorprende por la fuerza que tiene en sexta marcha, incluso si el terreno es desfavorable. En esta marcha, es capaz de recuperar velocidad, realizar adelantamientos en poco espacio o acelerar en rampas pronunciadas, aunque el motor vaya a un régimen bajo.
También llama la atención por la capacidad que tiene para aumentar la velocidad rápidamente, cuando ya se circula a una velocidad muy alta.
Es muy silencioso hasta unos 130 km/h; a partir de ahí llega una cierta cantidad de ruido procedente del motor y del contacto del aire con la carrocería, que por ejemplo, no tiene un Peugeot 308, un Audi A3 o un Volkswagen Golf.
El consumo es contenido, pero no bajo. Realizando un recorrido de 230 km por una autovía, con algunos desniveles y con poco tráfico, intentando realizar una conducción suave y a una velocidad media real de 122 km/h, gastó 6,7 l/100 km (según el ordenador de viaje).
En una utilización normal por carretera abierta, ciudad y vías de circunvalación a ritmo suave, hemos obtenido un consumo en torno a 7,5 l/100 km. En un recorrido de 80 km por una carretera de doble sentido, a una velocidad media de 87 km/h, y realizando adelantamientos frecuentes, el consumo fue de 8,8 l/100 km.
Estos consumos están medidos según el ordenador de viaje. No hemos podido comprobar el error del mismo, ya que el depósito de combustible tiene un inconveniente. Cuando se llena hasta el momento que salta la pistola del surtidor, frecuentemente se derrama combustible. Por esta razón, no es posible llenarlo del todo, con la fiabilidad suficiente como para calcular el error del ordenador.
Mégane 1.5 dCi 86 CV y 1.9 dCi 131 CV
El Diesel de 86 CV está limitado para ciertos usos porque no puede dar una aceleración grande. El motor funciona muy bien, y permite viajar a buen ritmo, siempre que no haya circunstancias adversas.
Si es necesario adelantar en poco espacio (por ejemplo, en carreteras de doble sentido), es de esos coches en los que hay que anticipar mucho la maniobra. No lo he conducido cargado, pero el 1.5 dCi de 106 CV es probablemente una opción más interesante para un uso de todo tipo.
El Diesel de 86 CV es poco ruidoso pero transmite una importante vibración al volante cuando funciona al ralentí. Curiosamente, a pesar de su pequeña cilindrada (1,5 l) no tiene un consumo bajo de combustible.
Comparativamente, gasta más en desplazamientos por carretera que en ciudad. Para hacer una media de 123 km/h en un recorrido de ida y vuelta por autovía con ciertos desniveles, gastó 6,6 l/100km que no es poco; hay coches de su tamaño y con motor mucho más potente que gastan claramente menos para hacer el mismo recorrido.
Al menos en seco, los neumáticos de baja resistencia a la rodadura del Mégane 1.5 dCi (Michelin Energy Saver) dan una adherencia correcta. Aún no lo hemos probado con estos neumáticos sobre una carretera mojada; en otros coches que hemos conducido, no destacan por tener un gran agarre en estas condiciones.
El motor 1.9 dCi de 131 CV tiene un funcionamiento bueno en todas las circunstancias, aunque nuestra unidad de pruebas -con escasos kilómetros- daba la impresión de que estaba poco rodado porque no daba una aceleración importante.
Impresiones sobre la iluminación
La conexión automática de luces carece de la posibilidad de regular su sensibilidad, lo que limita su operatividad. Por ejemplo, en días grises, el sistema no enciende automáticamente los faros.
En este caso, no nos parece un fallo evidente porque todos los Mégane llevan luz de marcha diurna, que consiste en una bombilla que da más luz que el alumbrado de posición y menos que el de cruce. Conviene llevar este sistema siempre conectado, porque aumenta la posibilidad de ser visto en condiciones de visibilidad que no sean óptimas.
El alumbrado de serie (de bombilla halógena) da una iluminación buena, especialmente en luces de corto alcance. Las largas son comparativamente peores porque dan un haz algo estrecho, que ilumina poco los laterales de la carretera.
En este caso, sólo compensa adquirir los faros de xenón dobles por la posibilidad de que su iluminación de largo alcance sea mejor que la de serie, y sólo para aquellos conductores que le puedan dar uso (es decir, para quien circule mucho de noche por vías sin iluminar y con poco tráfico).