El puesto de conducción del Avensis es bueno en general, salvo si el coche tiene techo corredizo; en ese caso falta altura. Todos los mandos están bien colocados; aunque los de la ventilación están debajo de los de la radio, no quedan muy retirados. A veces hay que mirarlos para poder seleccionar -por ejemplo- la recirculación de aire, pero no distrae mucho.
Lo que sí distrae es el ordenador de viaje, porque tiene una forma muy lenta para llegar hasta las distintas informaciones que da. El consumo viene expresado en millas por galón o kilómetros por litro, no en litros cada 100 kilómetros (hay que dividir 100 entre el consumo que dé, para saberlo en l/100 km).
No es de los más grandes de esta categoría (en la que empieza a haber coches muy espaciosos), pero está más cerca de los más grandes que de los más pequeños. El maletero tiene 530 litros, que no es poco, pero con tres inconvenientes: uno, el borde de carga está más bien alto (71 cm). Dos, su forma es muy poco regular y obliga a jugar con la posición más adecuada de cada bulto si hay que llenarlo. Tres, la cortina flexible que lo cubre tiene un aparatoso sistema de fijación, es muy pesada y muy difícil de guardar si se retira.
La terminación es buena en general, salvo cosas como la falsa madera del salpicadero. Ahora bien, es chocante que en un coche con la calidad que suelen tener los Toyota, haya cosas como una tapa del depósito de combustible hecha de chapa y con filo, o un recubrimiento interior del maletero con un tejido prensado algo deficiente.