He probado un BMW 116d 5p con el cambio automático opcional de ocho velocidades (de tipo convertidor de par), la suspensión de serie y unos neumáticos Bridgestone Potenza S001 en medida 225/45 R17. Las sensaciones de conducción no cambian con respecto a las del BMW Serie 1 2015 con la misma configuración. Se trata, por tanto, de un vehículo con un chasis muy bien afinado, que logra proporcionar un confort de marcha elevado y una agilidad en curva superior a la mayoría de sus alternativas.
Este BMW reacciona con seguridad ante eventos que requieran una acción brusca sobre el volante. En la maniobra de esquiva, a pesar de que no logramos superarla a una velocidad especialmente alta (77 km/h; la velocidad es un dato que puede variar con facilidad por causas tan distintas como la temperatura del asfalto o la pericia del probador ese día), las sensaciones al volante fueron satisfactorias porque las ayudas electrónicas intervenían con mucha discreción y el coche tuvo unas reacciones fáciles de entender y controlar.
El rodar el Serie 1 transmite sensación de calidad. Sobrepasa los desperfectos del asfalto sin producir ruidos estructurales, vibraciones o sacudidas. La suspensión absorbe los baches con suavidad y controla muy bien los movimientos de la carrocería. La dirección tiene un tacto preciso y desligado de las interferencias que producen el giro de los palieres en sus alternativas, como el Audi A3 Sportback y el Mercedes-Benz Clase A, ambas con tracción delantera.
Su tacto de conducción es manifiestamente más deportivo que el del Audi A3 Sportback, el Infiniti Q30 y el Volkswagen Golf. Un Mercedes-Benz Clase A con la opción de tren de rodaje deportivo puede resultar igual de satisfactorio en curva por sensación de precisión y agilidad, pero no tiene el aliciente de la tracción trasera. Gracias a ella es más fácil provocar el deslizamiento del eje posterior de ruedas (sobreviraje), si bien en el caso de la versión 116d para lograr ese objetivo hay que jugar más con la transferencia de masas porque es difícil hacer que pierda tracción por un exceso de aceleración (el motor no tiene fuerza suficiente).
Las vibraciones y el ruido que produce el motor Diesel de tres cilindros y 116 caballos llegan al habitáculo muy atenuados. El aislamiento está tan bien logrado que en este caso me parece un error justificar la adquisición de la versión Diesel inmediatamente superior —118d de 150 CV— solo porque esta tiene un motor de cuatro cilindros y un supuesto mayor refinamiento de funcionamiento. Sí me parece más razonable si atendemos a criterios de aceleración. El motor del 116d no tiene una respuesta contundente al acelerador, aunque da un empuje suficiente para desplazamientos por ciudad y vías secundarias o autopistas poco exigentes. Ahora bien, el 118d es una opción más acertada en el caso de que las carreteras por las que se vaya a circular habitualmente planteen dificultades en forma de pendientes pronunciadas o que al conductor le guste circular rápido y adelantar con agilidad.
Los resultados de aceleración y consumo que hemos medido están en la media de los obtenidos con las alternativas que hemos probado de potencia equivalente. El BMW 116d automático aceleró de 80 a 120 km/h en 9,5 segundos, mientras que un Volkswagen Golf 1.6 TDI 116 CV manual necesitó 9,3 s y un Infiniti Q30 1.5d 109 CV manual invirtió 9,8 s. El gasto promedio en el recorrido de referencia —consiste en completar a una velocidad media real de 120 km/h un trayecto autovía de 144 km en el que hay constantes cambios de pendiente— fue 5,5 l/100 km. El del Golf 1.6 TDI 116 CV fue 5,4 l/100 km y el del Q30 1.5d 109 CV fue 5,6 l/100 km.
Del Mercedes-Benz Clase A 2016 sólo tenemos mediciones propias de la versión 200 d de 136 CV con el cambio automático de doble embrague 7G-DCT. La relación entre prestaciones y consumo de esta versión del Clase A es mejor que la del Serie 1 116d, porque acelera sensiblemente más rápido (6,7 s de 80 a 120 km/h) y consume prácticamente lo mismo (5,6 l/100 km).
La versión 116d la habíamos probado en el BMW Serie 1 2015, aunque con cambio manual (prueba). Dado que el Serie 1 2017 no tiene ningún cambio mecánico que pueda afectar a las prestaciones o el consumo, llama la atención la diferencia tan grande que hay en los resultados que obtuvimos con cada una de estas unidades. En aquel momento, el Serie 1 116d manual consiguió acelerar de 80 a 120 km/h en 8,0 segundos (1,5 segundos menos) y gastó en el mismo recorrido de consumo 6,4 l/100 km (0,9 l/100 km más). Con el cambio automático, el Serie 1 116d es 30 kilogramos más pesado y tiene unos desarrollos de transmisión diferentes (ficha técnica comparativa).
El cambio automático es una opción muy aconsejable con este motor. Cuesta 2278 euros y, además de que tiene un funcionamiento muy bueno por suavidad y rapidez, mejora notablemente la experiencia de conducción de esta versión. Por una parte, en el 116d manual la palanca de cambios no está correctamente aislada de las vibraciones del motor y esta tiembla tanto al ralentí como al acelerar con una marcha engranada. Por otro lado, este motor Diesel tiene poca fuerza por debajo de 2000 rpm, lo que obliga a estar pendiente de la marcha engranada para obtener una aceleración razonable. Además, si se deja que las revoluciones caigan mucho y se acelera con contundencia, se oyen resonancias molestas.
Los frenos de la unidad que he probado han dado un rendimiento correcto, tanto por potencia de deceleración (120 a 0 km/h en 54,2 metros), como por resistencia al calentamiento y tacto del pedal del freno. Con un Golf 1.6 TDI conseguimos frenar en menos distancia (53,5 m) y con un Clase A 200d fue necesario más espacio (55,5 m).
Uno de los elementos opcionales que lleva el BMW 116d que he probado son los faros de ledes adaptativos. Estos iluminan la calzada con una luz potente (tanto en cortas como en largas) y de tono claro. Tienen el sistema de cambio automático entre cortas y largas que funciona con un poco de mayor precisión que el del Renault Mégane, pero que no evita que en ocasiones parezca que hemos dado una ráfaga porque el cambio entre cortas y largas se produce de forma brusca. Lo mismo sucede en un Volkswagen Golf, pero no así en un Mercedes-Benz Clase A, en el que el cambio entre una intensidad de luz y la otra se produce de forma progresiva.