El Xsara es uno de los coches que, sin ser excesivamente blando, mejor neutraliza las irregularidades de la carretera. En condiciones normales es muy cómodo. Si a este confort de suspensión le unimos lo poco que vibra y suena el motor, queda un coche muy apropiado para viajar.
Por seguridad activa, en cambio, no está al nivel de sus principales competidores. Por una parte no puede tener control de estabilidad, un defecto común en la mayoría de los rivales de Xsara. Por otra, el control de estabilidad se hace especialmente necesario en ciertos casos por las reacciones que tiene el Xsara. Un Focus, un Mégane o —curiosamente— un 306 toleran mejor entrar en una curva frenando, mover rápida y alternativamente el volante a un lado y otro (para esquivar un obstáculo, por ejemplo) o que una irregularidad del suelo mueva la carrocería en un fuerte apoyo. En esos casos el Xsara responde con un movimiento de la parte trasera mayor que en otros cohes semejantes.
En carretera lenta se nota con más facilidad; en carretera rápida sólo se aprecia si alguna irregularidad mueve la carrocería mucho verticalmente, a lo que el coche responde con un zigzagueo muy leve, pero poco tranquilizador si se circula muy rápido.
Esto es muy poco habitual en un coche de este tipo, que no tiene un enfoque «deportivo». Curiosamente, el Xsara Coupé 1,6 no reaccionaba como este HDI de cinco puertas. Unas reacciones así sólo se presentan en ocasiones excepcionales. En condiciones normales —como cualquier otro coche a estas alturas— va bien.