Hoy en día, el motor 2.2 i-CTDi de Honda es posiblemente el Diesel de cuatro cilindros con el funcionamiento más suave. Esta no es su única cualidad, también tiene una buena relación entre prestaciones y consumo.
Lo que menos me ha gustado del motor es que cuando está girando a ralentí se perciben ligeras vibraciones en el volante y los pedales, que ocasionalmente se vuelven más intensas (no he descubierto el motivo, no era el aire acondicionado).
Una vez iniciada la marcha, la principal diferencia respecto a otros turbodiésel similares es que permite circular a un régimen más bajo de lo habitual, sin que se cale o dé tirones. Esto se agradece principalmente en ciudad, puesto que no es necesario reducir de marcha con tanta frecuencia.
Si aceleramos a fondo, a partir de 1.600 rpm se aprecia que aumenta el empuje de forma muy progresiva. Se puede estirar hasta 5.000 rpm, pero poco antes de 4.800 pierde mucha fuerza.
El sonido del motor, que no está bien aislado, es diferente a lo habitual: según sube de vueltas se vuelve menos grave.
Las prestaciones que hemos medido son buenas. Dado su peso, el valor de aceleración es bueno. Destaca más por las recuperaciones, que son similares a las de un Fiat Stilo Multijet de 140 CV, que pesa 310 kg menos pero tiene unos desarrollos más largos (51,7 km/h cada 1.000 rpm frente 49,4 del Honda).
Los consumos que hemos medido son los siguientes: por autovía, a una media de casi 140 km/h, 9,1 l/100 km (9,0 según el ordenador). En un recorrido mixto por ciudad y alrededores 10,6 l/100 km. Circulando por pistas a un ritmo ágil y trialeras el consumo se estabilizó en 12,6 l/100 km.