Es un coche hecho para aquellos conductores que encuentre el placer de conducir en dirigir con precisión el coche en carreteras lentas, y que den más valor a la estabilidad que a la aceleración en recta.
Tiene las reacciones que distinguen a un buen deportivo: hay un intervalo muy corto entre las acciones del conductor y su repercusión en la trayectoria del coche. Entra muy bien en las curvas, cambia de apoyo con rapidez, frena mucho y deja sentir con precisión cómo está apoyado el coche en cada momento.
Como es un coche vivo y con reacciones poco amortiguadas, circular rápidamente con él requiere un periodo de adaptación mayor que el de un coche «normal» e incluso medianamente potente. No obstante, en carreteras amplias tiene una estabilidad lineal correcta porque no tiene excesiva tendencia a seguir en exceso las irregularidades de la carretera.
Es seguro porque frena mucho y tiene control de estabilidad de serie. Si el control de estabilidad está conectado puede ocurrir que entre en funcionamiento en apoyos fuertes, dejando algo frenado al coche y sin capacidad de aceleración durate unos instantes. Se puede desconectar, pero llevarlo conectado en todo momento es lo más seguro.
El trabajo que ha hecho Mazda con la suspensión del MX-5 Roadster Coupé da un resultado satisfactorio. La suspensión es dura, pero está lejos de ser insufrible: Mazda ha montado unos amortiguadores muy buenos que son capaces de sujetar la carrocería convenientemente, de dar un confort razonable y de mantener las ruedas en contacto con el suelo cuando el piso está roto. Esto demuestra que un coche no tiene por qué ser más estable cuanto más dura sea su suspensión; por ejemplo, una amortiguación seca y excesivamente dura, hace que la carrocería rebote y pierda la trayectoria bruscamente cuando el coche pasa por determinadas irregularidades en curva.
Esa relativa flexibilidad de la suspensión que tiene el MX-5 (al menos en la parte inicial del recorrido) hace que la carrocería tenga un apreciable balanceo (imagen) teniendo en cuenta lo baja que es la carrocería. La motricidad me parece buena.
No he apreciado diferencias de estabilidad con el techo quitado y con él puesto. Lo que sí se llega a apreciar es que si el techo está sobre la carrocería y hay baches, hay ciertas vibraciones de la estructura que llegan más atenuadas que con el techo alojado en su compartimento.
El nivel de rigidez y solidez del coche me parece mayor que el habitual en un descapotable de su precio. El Mazda tiene un buen punto de partida para que tenga buena rigidez torsional y no vibre en los baches: está pensado desde un principio para ser un descapotable, tiene un tamaño pequeño y sólo dos plazas. También me parece que sobre asfalto bacheado, la estructura vibra menos que en el anterior MX-5.
El motor de 160 CV da una capacidad de aceleración normal para su potencia y el peso de este coche (que es más bien ligero). Como otros motores atmosféricos, hay que llevarlo hasta un régimen alto para que dé una aceleración próxima a la máxima. Para una conducción normal, no a tope, es agradable porque tiene una respuesta rápida al acelerador.
En general, el interior está poco aislado del motor. Por una parte, a poco que se lleve a un régimen alto, el sonido del motor llega con nitidez a los ocupantes; por otra, también llegan ciertas vibraciones (lo que da sensación de cierta aspereza).
El consumo se puede considerar más bien alto, teniendo en cuenta que se trata de un coche ligero y con no mucha resistencia al avance. Gastó 8,6 l/100 km en una conducción variada y generalmente suave por autovía, carreteras secundarias rápidas y con algo de recorrido en ciudad. En un recorrido por carretera de montaña a un ritmo muy rápido, pero no a tope, gastó 15,7 l/100 km.