La sensación que he tenido al circular con el 911 Cabriolet con la capota cerrada es que llevaba un coche normal, no descapotable. No recuerdo haber llevado nunca un coche cuya capota sonara tan poco a velocidad elevada. Seguro que hay diferencia de ruido en el interior entre el 911 Carrera carrozado y el Cabriolet, pero por lo que recuerdo no me parece significativa. El ajuste de la capota es perfecto, no hay ruidos de ningún tipo al circular por carreteras de mal piso y tampoco ruidos aerodinámicos al circular a velocidad elevada. Me ha sorprendido. Una indicación del buen trabajo aerodinámico es que el coeficiente de penetración aerodinámico de las dos carrocerías es prácticamente el mismo.
Los motores del Porsche 911 cambian notablemente de sonido por encima de 5.000 rpm. El cambio de sonido es diferente entre la unidad menos potente y la más potente, si bien ambas cambian. Este cambio de sonido, salvo en las dos primeras marchas, sólo se aprecia en plenitud con la capota puesta. Con la capota quitada, el ruido aerodinámico apaga el ruido del motor, por lo que salvo en primera o segunda queda muy mitigado.
El puesto de conducción es prácticamente idéntico al de la versión carrozada (más información en la prueba del Porsche 911 Carrera S). Mi compañero Víctor Fernández menciona en esta prueba que el aro del volante puede resultar demasiado fino para quienes tengan las manos grandes. A mí el aro del volante me parece demasiado fino (no tengo las manos grandes). Se agarra mejor un aro más grueso. También echo de menos que el volante tenga mayor recorrido en la regulación longitudinal, para con los brazos menos estirados. No me parecen del todo acertados la situación de la palanca y el sistema de gestión de los menús que aparecen en el reloj central de la instrumentación (ordenador, teléfono o cronómetro, entre otros).
A pesar de los reparos que menciono, la sensación general es de muy buena calidad y de un cuidado esmerado en los detalles. El asiento posterior es poco utilizable porque el respaldo queda completamente vertical; la espalda no aguanta en esa posición más qué unos pocos minutos.